CULTURA ESCRITA, PANTALLAS E INTERNET - MI OBRA EN EL VÉRTICE DE LOS TIEMPOS
R.Karen Salazar Juárez
Yo no me puedo considerar una lectora digital. En realidad, no soy adepta a los formatos nuevos. Soy demasiado lenta para ellos. Claro que he leído algunos libros en estas versiones, pero no más de cinco o diez. Conozco a muchos lectores digitales, quienes no se afligen ante la ausencia de la hoja en el codex. Entonces lo he intentado y leí Divertirse hasta morir en Kindle. Al comenzar traje conmigo un lapicero y una libreta, pues sabía que necesitaría tomar apuntes, citas o hacer alguna reflexión. La persona que me prestó esta tableta lectora me dijo que no era necesario tener materiales de escritura tradicional, pues las notas y subrayados podían enviarse a mi correo electrónico. Avergonzada dejé a un lado mis medios de escritura clásica y emprendí la lectura.
Reconozco que no fue una tarea fácil, pero este aparato conquistó la parte de mí que admite que buscar las palabras en el diccionario físico ya no es posible. Normalmente, utilizo una aplicación en el celular: digito la palabra y la DRAE responde mi duda. En la Kindle, solo tenía que presionar fuerte sobre la palabra para que, mágicamente, apareciera la definición buscada.
Pues bien, esto me ha hecho pensar en la cita de Marshall MacLuhan que Postman refiere “el medio es el mensaje”. ¿cuál es el mensaje que me ha dado leer en este formato? ¿será que debo emprender un cambio? En el libro Postman explica como la cultura tipográfica se fue modificando en la sociedad estadounidense: de ser una cultura lectora de noticias, versada en el debate argumentativo, a su inserción en la televisión y su formato espectáculo y todo lo que ella engloba per se.
No es raro que, al leer la obra, se descubran semejanzas con la experiencia propia de ser televidente. Todavía peor son las consecuencias que permanecen en la aceptación de quienes observan la televisión, pues la acogen sin ningún tipo de reflexión. Dice Postman “la televisión está transformando nuestra cultura en un vasto anfiteatro al servicio del negocio del espectáculo” (85).
Así como el autor asegura que el cambio de la escritura está hacia lo electrónico, y que la televisión es el medio más poderoso -pues marcó en nuestro sistema de referencias mentales, las imágenes a la velocidad de luz - ya no es el único medio dominante. Considero que el celular y sus aplicaciones reclaman con fuerza el trono donde la tv se ha posicionado durante muchos años, y ahora, desea una silla o por lo menos sentarse a un lado.
Cito a Postman cuando escribe “La televisión ha alcanzado el status de metamedio, es decir el de instrumento que dirige no sólo nuestros conocimientos del mundo, sino también nuestra percepción de las maneras de conocer”(83). Este fragmento tiene relevancia porque ya no solo es la televisión la que es un metamedio, sino que las redes sociales, por medio del celular, tableta, laptop, han contribuido con una nueva forma de ver el mundo.
EL TEATRO Y SU PERTINENCIA ACTUAL
El teatro tiene una competencia directa con la televisión. Durante mucho tiempo esta representación artística ha tenido que competir con la incoherencia y trivialidad. Recuerdo una anécdota que escuché del dramaturgo y actor Rafael Spregelburd, que decía que Shakespeare insertaba en los descansos de sus obras peleas de espadas, con el fin de competir con las peleas de gallos que se llevaban a cabo en el convento junto al teatro donde se presentaba. Esto quiere decir que la audiencia siempre está deseando ver acción, movimiento. La televisión ofrece eso y más. Ofrece gente bella, recomendaciones de cómo vestirse, de qué comprar, de qué comer y todo desde la comodidad del sofá.
Está competencia no solo se genera por esos aspectos. También hay que tener en cuenta que la televisión toma elementos teatrales para conducirse ante el espectador, específicamente en las noticias: “la televisión ha logrado el poder de definir la forma en que las noticias deben darse a conocer, como también ha definido cómo debemos responder a ellas. Al presentar las noticias como un vodevil, la televisión induce a otros medios a hacer lo mismo, de manera que todo el entorno informativo comienza a imitar a la televisión” (115).
La tecnología tiene mucho que ofrecerle al teatro. Se debe pensar que una obra de teatro tiene un guión, pero solo es un porcentaje de todo lo que ella engloba. El escenario y las disposiciones que se hagan en él, ya implican un uso de la tecnología. Subir un telón por medio de poleas o hacer que emerja otro escenario del mismo piso, ya establece la relación que el teatro tiene con la tecnología para facilitar el movimiento en el proscenio. Pero no sólo eso, también el uso de luces, música grabada, uso de diferentes sonidos son recursos que el teatro contempla desde su escritura. No podemos negar que toda esta tecnología está a su alcance.
El contexto es propicio para escribir una obra de teatro, sin embargo, por el tiempo pandémico que vivimos, no lo es para su presentación. En una nota que leí hace unos días en la revista Proceso, se hacía referencia a la situación que vivió el teatro mexicano en el no muy lejano año 2020, la cual fue desoladora para él. Esto debido al cierre de teatros, sin embargo, los teatristas configuraron su trabajo a la virtualidad, adaptándose a una nueva forma de presentar sus obras.
MI PROPÓSITO
Por ello, con este trabajo me propongo abonar una discusión más en el debate que se está visibilizando entorno al linchamiento en México. No será una obra aleccionadora, ni se enfocará a observar un solo lado del problema. Lo que pretendo es entrever todas las aristas que engloban un linchamiento. Sin detenerme o coincidir con algún lado.
Es innegable la pertinencia de lo digital en los textos escritos, quizás diseñaré una puesta en escena desde la virtualidad o solo haga una página en internet; incluso podría crear un blog donde recoja más información sobre linchamientos y publique el ensayo previo a la obra de teatro donde incluya hipervínculos que enlacen a otros diálogos. Lo interesante será descubrir todos los recursos disponibles para acercarse a las nuevas lecturas.
BIBLIOGRAFÍA
Postman, Neil. Divertirse hasta morir. Barcelona: Ediciones La Tempestad, 2001.
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